LA OTRA VERDAD SOBRE LOS POLÉMICOS ADITIVOS: DE LOS INOCUOS A LOS ESENCIALES
29/09/2020
El último en la lista que ha desatado una nueva tormenta entre muchos consumidores ha sido el dióxido de titanio, que en las etiquetas de los alimentos aparece como E171, un colorante presente en muchos dulces como galletas, chicles, golosinas o chocolate, aunque no es un aditivo exclusivo de estos. La agencia para la seguridad alimentaria de la UE -EFSA, por sus siglas en inglés- lo ha declarado seguro, pero Francia lo retiró en abril. La noticia parece invocar a una nueva guerra contra los añadidos 'artificiales', una vuelta a esa idea de 'sin colorantes ni conservantes'.
La realidad, sin embargo, es bien distinta. Para empezar es prácticamente imposible encontrar un alimento que no sea fresco sin algún tipo de aditivo, sencillamente porque se han empleado desde la antigüedad para conservar la comida, mejorar su aspecto o potenciar su sabor. El azúcar y la sal son los más obvios y, sí, desde el punto de vista nutricional no son muy recomendables en exceso, pero son seguros, al igual que los aditivos que encontramos en los productos del supermercado.
El químico y especialista en la industria alimentaria Paul Knechtges lo explica así: "A lo largo de toda la historia de la humanidad, los alimentos han sido procesados de alguna forma, como los ahumados, las salazones o la deshidratación. El principal objetivo de las primeras comunidades era preservarlos para poder comerlos después, especialmente durante los cambios de estación y en previsión de futura escasez, así como para eliminar partes tóxicas o que no se deseaban ingerir".
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